Inventando un héroe: celebraciones en torno a Sucre y los inicios de la escultura pública en Quito
Por: Carolina Gualpa
Primera propuesta del artista José González Jiménez
Los primeros monumentos conmemorativos tuvieron como objetivo crear una consciencia y memoria nacional a través de la idealización de héroes, como fue el Mariscal Antonio José de Sucre, prócer de la independencia de América del Sur. En el Ecuador, se buscaba consolidarlo como un héroe nacional, realizando monumentos en Cuenca, Guayaquil y Quito. En Quito, el primer monumento a Sucre fue impulsando por Manuel Ribadeneira y su hija Emilia, durante la presidencia de Gabriel García Moreno, quienes recomendaron la contratación del escultor español José González Jiménez (Cáceres-Santacruz, 2022), que llegó a ser Director de la Academia Nacional de Bellas Artes (Justo-Estebaranz, 2012). Para este proyecto se asignó un presupuesto de 10 000 pesos. La escultura sería entregada en un plazo de dos años, y con esta, Sucre sería parte de la memoria nacional y serviría de ejemplo de ciudadano y patriota.
El primer diseño muestra a “Sucre arrebatando América del poder de España” o como lo acortan en la documentación “Sucre y el Ecuador libre” (Cáceres-Santacruz, 2022, p. 384). El Ecuador está personificado por una mujer indígena, en posición sumisa, al momento en que la espada del Mariscal rompe las cadenas que sujetan sus muñecas. Sucre aparece con su espada desenvainada, en actitud altiva, y aplastando al león ibérico vencido, símbolo de España.
Los primeros monumentos conmemorativos tuvieron como objetivo crear una consciencia y memoria nacional a través de la idealización de héroes, como fue el Mariscal Antonio José de Sucre, prócer de la independencia de América del Sur. En el Ecuador, se buscaba consolidarlo como un héroe nacional, realizando monumentos en Cuenca, Guayaquil y Quito. En Quito, el primer monumento a Sucre fue impulsando por Manuel Ribadeneira y su hija Emilia, durante la presidencia de Gabriel García Moreno, quienes recomendaron la contratación del escultor español José González Jiménez (Cáceres-Santacruz, 2022), que llegó a ser Director de la Academia Nacional de Bellas Artes (Justo-Estebaranz, 2012). Para este proyecto se asignó un presupuesto de 10 000 pesos. La escultura sería entregada en un plazo de dos años, y con esta, Sucre sería parte Este primer diseño despertó un debate ciudadano, que se articuló en los medios impresos de la época. En 1881, con la creación de la Junta de Sucre, se afirmó que el primer diseño no representaba a un Sucre libertador, sino que “parecía que Sucre requería amores a la emblemática figura que representaba al Ecuador” (Los hombres de bien, 1887, p.1). Adicionalmente, se pensaba que la imagen del león vencido y pisoteado por Sucre, era ofensiva para España, por lo que se decidió cortar la cabeza del león. Esta decisión provocó la respuesta negativa de personajes como Juan León Mera, quien argumentaba que el primer boceto era fiel al sentido histórico de los hechos (Justo-Estebaranz, 2012).
Finalmente, resultó difícil llevar a cabo el proyecto. Los pagos impuntuales, así como la imposibilidad de encontrar y transportar el material de otras provincias a Pichincha, hicieron que éste quedara inconcluso, únicamente con la primera escultura de vaciado de yeso que fue mostrada al público. Actualmente este modelo para el monumento, se encuentra en el balcón del Teatro Nacional Sucre, en la fachada frontal que da a la plaza.
Monumento a Sucre de Alexandre Falguiere, pensando la escultura desde el exterior
Es durante la presidencia de José María Plácido Caamaño que se logra comisionar el monumento que sería alzado en honor al Mariscal Sucre. Dicha escultura sería realizada por el artista francés Alexandre Falguiere. Cabe recalcar que la elección de artistas europeos para realizar estos monumentos se debió, en parte, a que no había una tecnología local para realizar estos trabajos, pero también a que la escultura de la época seguía siendo artesanal, con escultores sin una suficiente formación académica ni afinidad con la ciencia, lo cual no se alineaba al discurso de la modernidad que promulgaban intelectuales como Juan León Mera (Fernández-Salvador, 2018).
El monumento fue comisionado en 1887 por el Cónsul General del Ecuador en Francia, don Clemente Batlle, conforme a un modelo presentado al Presidente del Concejo Municipal (Salazar, 1887). Se contaba con un presupuesto de “diez mil francos, libres de cambio, por cuenta de la Municipalidad, y otros diez mil francos, inclusive el cambio, del Supremo Gobierno” (Andrade Marín, 1887). Tras algunos cambios en el diseño de la escultura, se decidió que ésta debía medir dos y medio o tres metros de alto y representar al General Sucre solo, en su uniforme militar, apuntando al Pichincha, con su espada como soporte.
Adicionalmente, se señalaba que el pedestal debía ser realizado en Quito según los planos que enviara el artista, mientras que los bajo relieves de bronce fundido, que se instalarían en el pedestal, serían realizados en Europa. (Andrade Marín, 1888).
Para que la escultura pudiera construirse, Clemente Batlle intercambió correspondencia con las autoridades municipales durante los cuatro años que tomó su elaboración, la misma que fue publicada en el periódico “El Municipio”. Así, según el número del 10 de agosto de 1888, el Cónsul, solicitaba:
- Un retrato del General Sucre.
- Una vista al Pichincha.
- Razón del uniforme que en tiempo de guerra vestía la tropa.
- Razón del peso que debería tener la estatua a saber, seiscientos kilogramos, se entiende que este peso es el máximum. Caso de pesar de quinientos kilogramos, la estatua vendrá en dos piezas, á fin de facilitar su transporte de Guayaquil á Quito.
De igual forma, se envió el plano de la Plaza de Santo Domingo, así como la altura de los edificios alrededor de la plaza, junto con los cálculos necesarios para que la escultura pudiera apuntar directamente al Pichincha (Pérez, 1887), siendo éste el verdadero lugar de la memoria donde se obtuvo la independencia de Quito.
Estas herramientas visuales fueron enviadas al artista francés para que este pudiera situarse dentro de Quito e imaginar la geografía quiteña, con el fin de construir una escultura que dialogara adecuadamente con el entorno urbano. Esto es, el escultor no solo debía realizar un retrato que representara adecuadamente al mariscal, sino que debía visualizar la relación entre el monumento, la plaza donde se colocaría el monumento, y el Pichincha, tomando en cuenta, además, que la plaza de Santo Domingo o Plaza Sucre era la entrada a la ciudad.
La estatua muestra a un Sucre joven, con sus características entradas, nariz aguileña, patillas, y pómulos altos; va vestido en su uniforme militar, con una pequeña medalla en su pecho. La espada le sirve de apoyo, y su mano derecha apunta al Pichincha. Sobre la escultura, tal vez excesivamente sobria, Emilio Terán argumentó en su discurso que “su actitud marcial, tranquila y resuelta, demuestra su carácter valeroso, a la vez que firme y sereno” (Diario Oficial, 1892).
Finalmente, las tres placas que adornan el pedestal fueron fundidas por el mismo Falguiere. Las placas representan la Batalla de Ayacucho, la Batalla de Pichincha, y la apoteosis de Sucre. La batalla de Ayacucho, que tuvo lugar el 9 de diciembre de 1824 en la Pampa de Quinua, permitió que Perú alcance su independencia. Tras ella, Sucre recibió el grado de Gran Mariscal de Ayacucho.
En esta placa el Mariscal se encuentra en el campo de batalla, acompañado de la tropa de infantería, caballería y artillería, lo que ayuda a percibir el caos de la batalla en ambos bandos (Andrade Marín, 1888). El manejo del espacio es adecuado, pues da la ilusión de profundidad y amplitud. Es una escena compleja, que muestra en un primer plano a un pelotón de soldados mientras que otros, al filo de una montaña, manipulan los cañones.
Por su parte, la placa que muestra los eventos del 24 de mayo de 1822, retrata a Sucre a caballo en el campo de batalla, con el humo de los disparos. Le acompañan la tropa de infantería y Andrés de Santa Cruz, coronel del ejército peruano, también a caballo. El Mariscal con su espada desenvainada, da órdenes a Abdón Calderón que está de pie, apuntando hacia el ejército enemigo, el cual cae desordenadamente por el campo de batalla (Batlle, 1890). Mientras que la tropa independentista aparece de forma ordenada, el ejército realista se encuentra en caos, vencidos y aplastados contra la montaña, con cuerpos caídos que parecen que se van a desbordar de la placa.
Estas dos placas son convencionales, en el sentido de que no hay un rasgo característico en el paisaje representado que ayude a distinguir el lugar en el que se encuentran. Se puede apreciar la batalla, el humo de disparos, y una idea general de un paisaje con desniveles, pero más allá de ello no hay nada distintivo. El personaje que puede reconocerse con claridad es Sucre, que siempre se encuentra en el frente y con pose de liderazgo. Es probable que esta convencionalidad se diera a partir de una inspiración de lienzos de batallas como los de Horace Vernet, que se exponían en salones parisinos.
Por último, la placa de la apoteosis es una referencia a la tradición clásica en la representación de héroes. Existen elementos recurrentes dentro de las mismas, como el laurel, ángeles, y diferentes alegorías que son usados en esta placa. En especial, se podrían mencionar como referencias la “Apoteosis de Homero” de Jean-Auguste-Dominique Ingres, o “Napoleón, Alegoría” de Jean-Baptiste Mauzaisse. La placa muestra a Sucre sobre su caballo, mientras la diosa de la Victoria sostiene una palma sobre su cabeza, símbolo de sus triunfos militares. A la derecha, Clío, la musa de la Historia, escribe sobre las tablas de la historia mientras contempla al héroe, haciendo alusión a la importancia de que el pueblo ecuatoriano lo recuerde. Junto a Clío se encuentra un árbol de laurel, otro símbolo de la victoria, y del triunfo militar de Sucre. El espacio en el que se encuentra el Mariscal no es reconocible, sin embargo, enterrado a sus pies se puede ver un cañón, que recordaría sus batallas.
Traslado de la escultura a su destino, el peregrinaje del monumento desde España.
La escultura del Mariscal Sucre, realizada por Alexander Falguiere, llega al puerto de Guayaquil, en julio de 1891, e inicia su traslado a Quito por la vía Chimbo, actual provincia de Bolívar, hasta Chimborazo. La estatua de Sucre y las placas de bronce pasan por Guayaquil, Los Ríos, Tungurahua, y Chimborazo (El Municipio, 1891), (El Municipio, 1892). Este es un trayecto que toma meses en recorrer y hay periodos en los que no se actualiza frecuentemente la ubicación de la escultura, lo que demuestra la dificultad del camino.
En Ambato, el pueblo salió a las calles a rendir homenaje al monumento de Sucre, con las bandas de música tocando el himno nacional mientras que la policía le rendía honores como si fuese el héroe mismo. De igual forma, el 9 de mayo del mismo año, en Latacunga, se llevó a cabo una fiesta cívica por el paso de la estatua de Sucre (El Municipio, 1892). Finalmente, en mayo de 1892 la escultura llegó a Quito. La inauguración del monumento se llevó a cabo el 10 de agosto de 1892, aniversario del Primer Grito de la Independencia que coincidía con la Exposición Nacional.
El programa de las fiestas, fue publicado en la revista El Municipio del 10 de agosto de 1892. El nueve de agosto se inició a las 12 a.m. con la Salva mayor y exornación de la ciudad. A la 1 p.m. se realizó un desfile desde la Plaza de la Independencia a los salones de la Exposición Nacional. El 10 de agosto los festejos comenzaron a las cinco de la mañana, con la Salva mayor, a las 12 a.m. Entonces tuvo lugar un desfile desde la Plaza de la Independencia hasta la Plaza de Santo Domingo, donde se inauguró el primer monumento cívico en Quito. Durante el acto se tocó el Himno Nacional, se dieron discursos, cánticos y ofrendas.
Durante los discursos, se habló de Sucre como un mártir, mostrándoles como un ejemplo de virtud cívica. En el caso del presidente Antonio Flores Jijón, nombra a Sucre como “Unico ejemplo de un hombre que á su pesar manda una nación distante dos mil leguas de la suya” (Revista Ecuatoriana, 1892). Así, se señala que en un gesto de noble sacrificio entregó su vida por la patria. No solo esto, sino que como pronunció José María Bustamante, presidente del Consejo Municipal, en su discurso
“El patriotismo, como que es una especie de religión, practica también su culto externo, el cual consiste en erigir monumentos conmemorativos de los hombres que, por sus luces, por sus hazañas o por sus virtudes, supieron distinguirse de los demás; pudiendo decirse que esos monumentos son los altares donde se ofrendan constantemente la admiración y gratitud de los pueblos” (Revista Ecuatoriana, 1892)
De este modo, se muestra como el patriotismo y el discurso cívico reemplazan los ritos religiosos. Todo esto hace que se piense en Sucre no solo como padre y salvador de la patria, sino como una especie de cordero sacrificial, o de Cristo, que otorga la libertad al Ecuador con su sangre y martirio. Adicionalmente, este discurso pone a Sucre como ejemplo a seguir para los ciudadanos modernos que lo escuchan, buscando formar ciudadanos patriotas, que como el Mariscal estén dispuestos a dar su vida por la Patria (Kennedy-Troya, Fernández-Salvador, 2007). En este sentido, la virtud cívica, o moderna, toma una prioridad por sobre la virtud cristiana, o antigua, en la formación de la nación moderna, pues se incentiva a que los ciudadanos tomen de ejemplo las acciones heroicas de aquellos que tienen una virtud cívica (Montalvo, 1923). Esto se debe a que aún se está creando la idea de nación, la cual forma parte de un proyecto secularizador, y que busca formar una identidad nacional. El ciudadano moderno debía ser uno que estuviera dispuesto a seguir a ejemplos de virtud cívica como Sucre, y que se involucre en los asuntos de su nación, que se sienta parte de ella y aporte al progreso de la misma.
Cabe destacar que el monumento se inauguró con un pedestal de cuatro metros y setenta centímetros (Ballén, 1888), que contiene la inscripción “A Sucre el Ecuador” en la parte inferior, y el escudo nacional a los pies de Sucre. Actualmente, este pedestal ha cambiado, la inscripción se encuentra en medio de la parte frontal del pedestal, mientras que el escudo fue reemplazado por una placa que conmemora el centenario de la independencia del Ecuador. Adicionalmente, se encuentra un homenaje, de 1922, a los héroes de Tarqui; una placa de 1955 del presidente de Bolivia, el Dr. Victor Paz Estenssoro; y una placa de 1924 entregada por el ejército de Chile. Estas placas indican que aún en el siglo XX existe una preocupación por conmemorar al héroe y mantener la virtud cívica.
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